
El intento de suicidio de Marta: llamada de atención a una sociedad enferma.
Barcelona, 2015, una urgencia de hospital cualquiera.
Los padres de Marta están angustiados.Su hija ha intentado suicidarse con una sobreingesta de pastillas y el psiquiatra de guardia les recomienda dejarla ingresada. Marta de 17 años parece absorta e indiferente a lo ocurrido, y lo único que parece claro es que le hubiera dado igual morirse.
Ha crecido en una familia que los vecinos definirían como muy normal. Su padre tiene un pequeño negocio y la madre es médico en un centro de salud.Tiene otro hermano más mayor que estudia fuera.
Parecería que lo tiene todo pero luego nos dijo que sentía que algo le faltaba.Su padre pasa mucho tiempo fuera de casa y cuando está suele estar de malhumor. Con su madre hay una relación de amor-odio y a Marta le parece que está deprimida.
Recuerda sus años previos como una época de aburrimiento. No hacía vida con sus abuelos ni con sus primos y sólo recuerda de pequeñita hacer vacaciones en familia…
No sigo con el caso y tampoco quería ponerme trágico porque eso implica excepcionalidad pero estas historias son el pan nuestro de cada día, lo que ocurre es que se ventilan en silencio.
En cualquier caso parece haber cierto consenso entre nuestros pensadores respecto a que vivimos en una sociedad enferma la bauticemos como queramos:
Sociedad líquida (Zygmunt Bauman), sociedad del cansancio (B.Ch. Han), corrosión del carácter (R. Sennett), fábrica de infelicidad (F. Berardi), sociedad depresiva (A. Ehrenberg), la era del vacio (Gilles Lipovetsky), o Postmodernidad y Salud Mental ( De la Gándara, por cierto psiquiatra para los que no lo conozcan).
La gente que trabajamos en salud mental y sobre todo los psiquiatras nos podríamos encerrar en un modelo médico y reduccionista pero está claro que debemos ir más allá.
Una de las cuestiones pendientes es la de revolverse contra la irresponsabilización y el pelotas fuera de nuestra sociedad.
Claro que hay personas que asumen su papel en este desaguisado pero es frecuente encontrarse con actitudes tanto a nivel individual como a nivel de familias cuyo mandato es el aquí estoy, solucióneme la vida, o el le dejo al niño y me lo arreglen como si entrara en un taller mecánico.
Amigo si piensas así, si no asumes que tu eres parte del problema y además formas parte de la solución, por no decir eres clave, mal vamos entonces.
Supongo que en ocasiones los ayudadores hemos tenido la culpa en que pensaras de esta manera.
Te hemos transmitido esas posibilidades en nuestras pastillas o en nuestras psicoterapias pero está claro que ha sido un error, no sólo porque nuestras armas terapeúticas son con frecuencia poco resolutivas sino porque invitan a tu inacción como usuario/cliente/paciente.
Necesitamos un nuevo pacto entre pacientes y ayudadores para ayudarnos mutuamente ya que hay demasiados intereses.
A algunos profesionales/empresas ya les va bien seguir con este modelo de negocio. Estropéate la vida o la de tus hijos y luego vienes a mi consulta/clínica que te pondré un parche químico o paliquero.
A la industria farmaceútica está claro que ya le va bien este statu quo. Jugamos en la Champion League de consumo de psicofármacos, ¿por qué cambiar?.
Parte de nuestra clase política y los gestores sanitarios que les secundan sostienen la ideología de que la salud es un bien individual y por tanto somos responsables de ella, casi lo que decíamos en párrafos atrás pero con un punto perverso.
Si la epidemiología social sitúa a la desigualdad social y a nuestro modelo de sociedad como posibles generadores de patologías identitarias como los trastornos de personalidad y algunas patologías emergentes como los trastorno de conducta en adolescentes entonces el planificador de políticas sanitarias ha de jugar su turno.
Dicen los constructivistas que la identidad se construye y se valida en las interacciones que los sujetos tienen entre sí, desde nuestra primera relación de apego hasta las que tenemos en la sociedad en la que estamos inmersos.
Es decir los problemas de adolescentes como Marta no se generan por un temperamento y una biología que nos lo explique. Sólo en un caldo de cultivo social y a veces por la ausencia de éste surgen los problemas.
Si nos creemos la frase de Jim Rhon, esa que dice que somos la media de las cinco personas con las que pasamos más tiempo, fijaros lo que ocurrirá si la construcción de la personalidad ocurre en el marco de un padre ausente, una madre depresiva y una ausencia de las viejas redes familiares (abuelos, primos…) que nos lo resume muy bien el dicho africano de para educar a un niño hace falta la tribu entera.
Alguien me dirá que esos padres bastante tienen con sus horarios y la más que discutible existencia de la conciliación familia-trabajo en nuestro país para que aún encima les culpe un psiquiatra desde la tranquilidad de un blog.
No le falta razón a quién así lo argumente pero hasta que el legislador y las empresas lleguen a la conclusión de que a medio largo-plazo les saldrá a cuenta instaurar políticas laborales humanas es a esos padres y a la sociedad en conjunto a la que le toca vivir de forma más consciente y responsable.
¿Qué significa eso?
Saber que todo tiene un precio.
Que la vida en familia con hijos llavero que vuelven a casas vacías mientras sus padres andan fuera o aquellas casa en las que cada miembro de esa familia anda con su último gadget tecnológico…todo esto conlleva unas consecuencias.
Siempre ha habido rincones de un hijo adolescente a los que los padres no accederán y es normal por otra parte pero me sorprende ver el grado de desconocimiento que veo entre padres e hijos hoy en día.
¿Para cuándo un examen para el permiso de paternidad?
Obviamente hay mil y un factores más no tratados en este post que contribuyen a esta realidad cotidiana.Dejemos un respiro a esos padres.
Quizá sea el signo de los tiempos y algunas de estas disquisiciones sean batallitas repletas de moralina pero lo que no mienten son los hechos y estos son que se han disparado las intentos de suicidio y los suicidios consumados en las últimas décadas.
Nos toca mover ficha a todos. Cada uno en su parcela.
Si queréis una lectura más detenida os recomiendo un magnífico texto, Los desafíos de los trastornos de la personalidad, de Cristina Rodriguez Cahill y otros colaboradores, que me ha inspirado para realizar este post.
Espero que su lectura no os aparte del cultivo de vuestras relaciones familiares, de pareja y amigos.
Compartid si os parece interesante por las redes sociales y nos vemos pronto.
Quizá para saber hacia dónde podemos dirigirnos si queremos tener una personalidad sana, podemos mirar la que, según cree mucha gente, es la situación deseable: la de quien tiene amor y validez, y sigue buscando crecer en ambos con eficacia y serenidad, y regala amor y validez a quien se lo merece. Al que es libre, porque hace lo que quiere, y es feliz y da…”
¿Y cómo se llega a eso? Pues amando, siendo amado, valorando al próximo, y creciendo en frutos valiosos (que cada uno y los demás podrán valorar). Uno no puede estar haciendo una terapia eterna de victimismo por no haber recibido suficiente amor. Si no nos lo han dado, pues busquémoslo. Nunca es tarde para regar lo que no fue bien regado…
Por eso, creo que una buena terapia no es la que meramente señala el problema (quién no tiene sed de más amor, o sentimientos de rabia por la injusticia de no ser valorado), sino la que se centra en enseñar a amar y a ser amado de verdad, con obras, sin dramatismos, y nunca en soledad…
Intuyo que muchas personas han encontrado fuera de la psiquiatría maneras de lograr lo anterior, en grupos de gente que compartía una misión atractiva, en profesiones que llenan de amor o validez a quien las desarrolla, en aficiones creativas, en creencias y valores especialmente firmes, en entornos especialmente nutrientes o seguros… Incluso, imagino, muchos habrán encontrado su lugar en el mundo, ese espacio vital en el que sus talentos daban más frutos, y sus fragilidades quedaban a cubierto (pienso en fóbicos sociales cuidadores de animales, en esquizoides científicos, en histriónicos actores, en narcisistas jefes, en paranoides vigilantes, en esquizotípicos o borderlines artistas, en obsesivos examinadores, en sociópatas soldados, en dependientes secretarios…)
Gracias por tu comentario…y por supuesto hay vida más allá de la psiquiatría.
Posiblemente en ocasiones nuestra mejor actuación será NO actuar, normalizar, empoderar, y si acaso, aquí estoy si quieres.
Saludos!!
Coincido contigo. Buena parte del malestar que vemos en nuestras (atestadas) consultas de AP y Psiquiatría se debe a la drástica disminución de las redes de apoyo social y familiar. Muchas de las quejas que expresan nuestros pacientes no son médicas sino problemas socio-familiares que antes no llegaban a la consulta porque se resolvían en su ámbito lógico. Pero ahora, como tú dices, te “echan” al niño/a en la consulta y re dicen que no le entienden y que lidies tú con él. Y otro hecho al que atribuyo yo este malestar, es la secularización de la sociedad. Muchos de lis problemas que nos llegan a nosotros, antes los resolvían los curas en los confesionarios. No olvidemos que un buen cura tiene bastante de psicólogo. Un saludo
Como dice Javier García Campayo en un texto suyo sobre psicoterapia de resolución de problemas en Atención Primaria, el hombre occidental del siglo XXI interpreta cualquier sufrimiento como algo absurdo e intolerable y como un fracaso de la ciencia…desarrolla sentimientos a veces de ira que no se focalizan en el acontecimiento negativo sino que tiende a desplazarse hacia los profesionales sanitarios a quienes el individuo hace responsables del suceso…en último término hay una carencia de esa espiritualidad perdida que no ha de ser necesariamente un sentimiento religioso.
Saludos y gracias por comentar!!